El ciudadano, hasta ahora adormecido o desquiciado ante su incapacidad de influir en su futuro, ha despertado ante una realidad presentada como inmutable, y reclama más espacio dentro del debate público.
Este tipo de manifestaciones son cada vez más frecuentes.
Por:
José David Pacheco Martínez
Los procesos
de reivindicación de valores sociales; la exigencia del cumplimiento efectivo del
papel garantista del Estado; el rechazo colectivo a las formas como se vienen
manejando los recursos de la nación; el surgimiento de nuevos movimientos
políticos y sociales encaminados hacia la ruptura total de esas estructuras
corruptas enquistadas en la administración pública, que han ido históricamente
en aumento de la riqueza de unos cuantos y en detrimentos de muchos; que se han
originado a lo largo y ancho del planeta, siguen teniendo los mismos problemas
de otros tiempo y otras generaciones: son absorbidos por los partidos políticos
y Colombia, no es la excepción.
Aquí,
la juventud, ha heredado la apatía que sus padres y los padres de sus padres, han cultivado a lo largo del devenir del tiempo. No ha habido desde la ruptura
total con España, un gobierno digno del respeto y que goce con la aceptación
total del pueblo. En este momento histórico, los niveles de abuso de los
poderes del estado y todas sus instancias, llegan a ser vergonzosos y
censurables desde todo punto de vista.
Hoy en
día, esa indiferencia frente a los asuntos políticos y todo lo que de ello deriva,
ha ido gradualmente convirtiéndose en indignación, es por eso, que quienes
ostentan el poder, ejercen presión desde sus altos cargos para que aumente la
represión: se discuten, derogan, amplían y se promulgan leyes más autoritarias, incremento de las
multas en un escenario de empobrecimiento económico e, incluso, dificultades
para el ejercicio de derechos civiles y políticos; hechos, que terminan por
resaltar en tonos oscuros un paisaje dominado por el agravamiento de las
condiciones propias que generan desigualdades sociales, de género y, en esa misma línea poco efectiva
de acción, se evidencia una mayor depredación de los recursos naturales.
Así las
cosas, no es para nada extraño ni alarmante el alto nivel de pesimismo en los
sectores de la sociedad excluidos y utilizados vilmente por los gobernantes de
turno, no obstante, será suficiente solo
una chispa que haga combustión y encienda la llama de la esperanza de cambio y
un futuro mejor, aunque, estas palabras suenen un poco a utopía y romanticismo
político.
El Instituto
Universitario de Investigación Ortega y Gasset, adscrito a la Universidad
Complutense de Madrid, en su informe Cómo hacer pública la indignación: movilización
ciudadana en el siglo XXI, hace una explicación clara y pertinente sobre lo que
está pasando alrededor del mundo: “Se trata de una revolución que no ha
producido un cambio violento en las instituciones políticas, económicas o
sociales por el momento, pero sí un cambio radical en la manera de
relacionarse, de comunicarse y de intercambiar información. El ciudadano, hasta
ahora adormecido o desquiciado ante su incapacidad de influir en su futuro, ha
despertado ante una realidad presentada como inmutable, y reclama más espacio
dentro del debate público. Reclama autoridad y se niega a ser requerido cada 4
años para otorgar un voto a una lista cerrada, que el político toma como un
cheque en blanco, o a ser considerado simplemente como parte de datos agregados
sin más. Pide capacidad de influir en la vida pública como modo de sanar una
democracia que se considera enferma.”
Es
menester decir, que no es suficiente con indignarse. No es suficiente con darse
cuenta que estamos mal y estaremos peor. No es suficiente con plantear
soluciones mentales que nunca se llevan a cabo. No es suficiente con saber que
se necesita un cambio si no se hace nada por él. La indignación, debe ir acompañada
de un proceso político transparente, serio y bien estructurado, que logre
canalizar todo ese inconformismo en votos, que a la postre generarán el cambio
deseado, concebido a partir de las
necesidades insatisfechas de la sociedad.
Sobre todo las generaciones en formación y con el diploma en la mira tendrán que actuar como una sociedad inteligente. Solo han vivido o escuchado hablar de violencia, de abusos y ven el campo de acción cerrado. Ya han construido un bloque de opinión poderoso y en su momento hablará.
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