Hablar de evolución en la champeta, sería condenarla a muerte, es en palabras simples: romper el vínculo con África.
Por: José David
Pacheco Martínez
Un día dije que Kevin
Flórez está lejos de ser un cantante de champeta, que sus sonidos discotequeros
y lo comercial de sus letras están distantes, quizás a años luz de Elio Boom,
Melchor ‘El Cruel’, Charles King o Viviano Torres. Sentí pena, lo confieso,
porque a pesar de haber estado inmerso en esa música durante años no tenía una
definición exacta de lo que es champeta, por eso me di a la tarea de buscar en
la literatura un concepto exacto, que permita sacar del engaño y digámoslo así
–aunque suene grosero- de la ignorancia a quienes ubican a Flórez en el gremio
de los champeteros.
Si quienes hablan de
evolución musical dicen que soy un retrógrada por preferir los acordes de La turbina, El perro que habla, Caballeros
del zodiaco, El pato Donald, El ladrón salado, El tren del desorden, Los
compadres o La quinceañera, pues lo soy y, además, me niego rotundamente a
aceptar que se deje de lado esa esencia negra que está implícita y que es parte
fundamental de la champeta.
Me perdonará Kevin
Flórez y el mismo Mr Black, que parece descubrió que cantando lo que canta
ahora en las discotecas y estadios gana más dinero que en los picós y las
casetas; pero ellos no cantan champeta. Y a mi modo de ver son unos
oportunistas, que intentan disfrazar sus canciones en éste género, porque el
que en realidad hacen está copado por otros con mucho más presupuesto,
trascendencia, reconocimiento e industrias musicales mejor estructuradas.
Escuchar champeta de
verdad es, al igual que una tambora, una invitación a bailar, una sensación
involuntaria e inexplicable que está en la sangre. Es una reacción espontánea a
nuestros orígenes negros, un regreso al África, a nuestra verdadera madre
patria. Bueno, en este punto, quienes se crean y se sientan descendientes
directos de los españoles pueden objetar y salirse de este grupo, que se siente
movido por los sonidos del negro esclavo y alegre. No los culpo, ellos tienen
sus propias culpas, los descendientes de los ibéricos tendrán toda su vida que
cargar con los horrores que sus antepasados hicieron padecer a los verdaderos dueños
de estas calurosas y otrora ricas tierras.
La champeta es la
expresión musical de los barrios marginales de Cartagena. Pero, hoy en día no
es un ritmo exclusivo de la capital de Bolívar ni de sus municipios,
corregimientos y veredas. La influencia
de este pegajoso ritmo ha ganado espacio en muchos sectores de la costa Caribe
e, incluso, es posible escucharla en la región Pacífica, donde también hay
mucha influencia de lo africano y lo negro, sin que se tome lo que digo a modo
discriminatorio.
¿Qué es Champeta y de
dónde viene?
La respuesta al
interrogante que tanto me inquieta la tiene Manuel Hernández Valdés,
investigador de la cultura palenquera y nativo de esa población donde se
originó todo este movimiento cultural, que va más allá de la música y es
independiente al contenido, para algunos vacíos, de sus letras.
Hernández explica que
el término champeta es evidentemente una palabra africana, que nace desde los
palenques del Caribe hacia el resto del mundo, sin duda, adscrita a la lengua
palenquera, entendida y ubicada espacialmente en los Montes de María.
Champeta es,
entonces, una palabra compuesta por el
prefijo cha, que significa viejo; y el sufijo mpeta, que significa
pedacito. Desde esa concepción
etimológica, champeta es la unión entre
algo viejo y un pedazo de ese mismo algo, pero, para este caso, se aplica a un
cuchillo viejo, largo y afilado, que en algún momento histórico, fue utilizado
por los palenqueros que emigraron a Cartagena para arreglar sus diferencias.
Ahora bien, definida la
palabra de forma etimológica, paso a un concepto un poco más histórico y que
nos aproxime a la música como tal, para
eso –entender de donde viene- y el por qué me atrevo a afirmar que Flórez está
muy lejos de ser un intérprete, traigo a colación al historiador Luis Gerardo
Martínez Miranda, quien hace una reconstrucción en el tiempo de lo que es la
champeta. Él sostiene que este género
musical tiene un sustrato esencialmente africano. Su historia, que es la
historia de su resistencia, muestra una extraordinaria capacidad de asimilar
otros elementos culturales; que a pesar de la interacción la hacen única.
En primer lugar, echó raíces en el terreno
abonado que dejó la huella de la colonia, en esos tiempos en los que Cartagena
se constituyó en el primer puerto de comercio de africanos esclavizados. Es
así, como a finales del siglo XX y como oportunidad de negocio, la capital de
Bolívar, por razones que saltan a la vista,
se convierte en el punto clave para la comercialización de la música de
países africanos como Antiguo Zaire, Sudáfrica y Nigeria. Otro aspecto importante
y que se relaciona con el origen de la
champeta tiene que ver con la presencia
masiva de palenqueros en Cartagena, quienes también adoptaron como suya este
tipo de música. Fue así como se estableció un puente entre África y San Basilio
de Palenque.
Sigo en mi búsqueda de
referentes y definiciones, por eso llego hasta Nicolás Contreras, otro de los
que se ha dado a la tarea de descubrir el significado y la importancia que
tiene la música para esos descendientes africanos. Él la define desde un punto
de vista más antropológico: la champeta es mucho más que música y baile, es un
movimiento sociocultural que fue llevando poco a poco a Colombia, a reconocer
que en cada uno de los 45 millones de habitantes hay algo de negro.
Hasta mediados de los
años 60, cuando se popularizó la venta de Long Plays traídos de África, Colombia
se había medido como un país andino y no como un país caribeño, manteniéndose
reacio a reconocerse dentro de las naciones caribeñas, porque en el Caribe la
matriz cultural es enteramente negra, y si nosotros consideramos al Caribe como
una ecuación de conjunto, sin duda veremos que la intersección en todo el
Caribe es África.
No obstante a que la
gran mayoría, de los pocos que se han interesado por el asunto, catalogan y
ubican la champeta como una forma de resistencia y una petición de legitimidad,
Michael Birembaum rebate todas esas ideas diciendo que “la champeta como
cultura y estética no existe tanto como oposición a la cultura dominante sino
como una dinámica de expresión popular que se preocupa mucho menos por la
cultura hegemónica dominante que por sus propios fines sociales, económicos y
estéticos”. Esta afirmación le da un valor agregado al género y a los ojos de los estudiosos del tema podría
generar un debate profundo. Birembaum se
basa en toda esa simbología presente en las letras, los sonidos y hasta el
baile para llevar la cosmología de la champeta a otro nivel.
Ahora bien, como hemos
visto hasta ahora, esta música además de tener implícito esa nota de alegría y
picardía propia del negro, está ligada también a la sensualidad y erotismo del
hombre proveniente de África, que se condensa y se expresa en el baile, que
Contreras Hernández describe de la siguiente manera: “el baile comenzó en
parejas con el abrazo un tanto estrecho de un brazo que rodeaba a la pareja por
la cintura y la otra mano entrelazada separada de los cuerpos, pero con los
pasos básicos de los estilos de baile (el reloj, el cochero, el policía, la
tijera y el taxista, entre otros); hoy tiende a una exploración más cercana del
cuerpo enlazado con los dos brazos y el sexo contra sexo, como representación
copular”.
Aunque la definición
literal de champeta está distante de ese ritmo alegre y con letras que relatan
el diario vivir de los sectores más humildes de Cartagena, que desde la
rebelión de Domingo Biojó, la creación y
fuga de esclavos a los palenques, se declararon en resistencia. Todos los que hasta ahora han ahondado en la
investigación respecto a esta expresión cultural coinciden en que hasta cierto
punto la champeta es una forma de no desconectarse de la madre patria, de un
modo u otro se ha convertido en el punto de encuentro de generaciones y
generaciones con su esencia, sin olvidar que más que un reclamo es legitimidad y reconocimiento en sí misma.
Como dice Luis Gerardo
Martínez en su trabajo ‘La champeta: una forma de resistencia palenquera a las
dinámicas de exclusión de las élites "blancas" de Cartagena y
Barranquilla entre 1960 y 2000’: a diferencia de lo que se ha dicho cuando se
la califica de retrograda, sin contenido alguno, violenta, de mal gusto o con
alto contenido sexual, la champeta como género musical es canal de comunicación
entre las clases oprimidas de Cartagena y Barranquilla, por medio del cual
salen a relucir todas aquellas inconformidades de una sociedad maltratada por
una élite excluyente. Por medio de ella se ha consolidado una identidad que,
pese a todos sus tropiezos, sigue viva en cualquier lugar donde residan los
champetúos que, para sorpresa de muchos, los hay de todos los estratos y
colores de piel.
Ya que pude hasta
cierto punto ilustrarme e ilustrar a quienes me lean sobre lo que es y
significa la champeta para los champetúos de verdad, esos que van más allá de
la industria musical y el poder de su dinero, para esos que la perciben como un
punto de contacto y el cordón umbilical con África, quiero preguntarle a Kevin
Flórez y Mr Black ¿Qué es para ellos champeta? ¿A cuenta de qué o por qué
hablan de evolución? ¿Evolución hacia qué o hacia dónde? ¿Qué aportan esos
nuevos sonidos y letras a la concepción
real de champeta? ¿Qué queda de la champeta después de los arreglos y estilos
que ellos acaban de introducir? ¿Dónde está o quedó el contacto con África?
Aquí les dejo algunas canciones, para que comparen y saquen ustedes sus propias conclusiones:
El Bicarbonato - Charles King
El Pato Donald - Álvaro 'El Bárbaro'
La Turbina - Elio Boom
El Mete Mono - 'El Pupi'
La invite a bailar - Kevin Flórez
Fiesta en la noche - Mr Black
Excelente trabajo Pana...
ResponderEliminarTu trabajo es excelente. Una investigación profunda y crítica para resaltar al género. Champeta para el más exigente bailador, diría la Tribú Baharú.
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