Periodistas, líderes comunales, gente del común y hasta antiguos empleados, hacen parte de una lista negra, tan negra como mi conciencia, todos ellos correrán la suerte de quienes en el pasado me contradijeron. Ya lo dijo Maquiavelo: al enemigo hay que darle tan fuerte como se pueda para que no reaccione.
Por: José David Pacheco Martínez
Amigo, quisiera contarte
hasta donde me ha llevado el consumo de esas sustancias prohibidas, las que
sacan de quicio a ese señor inquisidor con potestad para destituir a
funcionarios públicos y matarlos políticamente. Sigo abusando de ellas; como
abuso de todo el mundo, más adelante lo explicaré con detalles; y en este
momento los efectos secundarios empiezan a aparecer, ya no controlo mis ideas,
mis sueños parecen cada vez más y más una nebulosa que me enloquece. A continuación
te explico la visión que me agobia con frecuencia, esperando puedas entender y
no mal interpretes ni creas lo que de mí dicen en todos lados:
Un día bajo el influjo
malevo de una de esas tantas sustancias psicotrópicas que abundan en este país
que me acabo de inventar, me imaginé siendo alcalde de una ciudad santa que, en
los inicios, fue atacada por corsarios y piratas ingleses que más de una vez la
destruyeron por completo, la saquearon infinitamente, dejándola como la han
dejado hoy en día quienes me han precedido en este cargo que hoy ostento y por
el que seguramente pasaré con más pena que gloria, como pasan todos, tú sabes
lo difícil que es ser honesto en este país, incluso en el imaginario.
Me elegí vendiendo un
discurso coherente y bien estructurado que antes, mucho tiempo antes de que me
acusaran de asesinar a los estudiantes que me hicieron frente en una universidad también inventada a la que dirigí
y, a la que desfalqué haciendo fiestas con cantantes vallenatos y organizando
reinados donde siempre sacaba provecho de mi posición dominante, me hicieron
acreedor a una imagen aceptable, tanto como para que 70 mil personas votaran
por mí. Hoy lo sigo haciendo: abusando, y a un nivel mayor, pues soy la máxima
autoridad de este pueblo inocente, sin capacidad de reacción e históricamente usado y movido a la
conveniencia mía o de cualquiera que lo necesite.
En este momento que mi
mandato termina, la gente, la misma que me eligió, se ha dado cuento que soy un
infinito fraude. Las noticias de mis constantes abusos y agresiones contra el
equipo que me acompaña han sobrepasado los muros del viejo recinto donde
despacho. No obstante a las pruebas irrefutables de que no soy nada de lo que
me creyeron, tengo un gran número de defensores, los cuales darían la vida por
mí, cosa que me agrada sobremanera y por la cual pago, 17 .274.217.570.25 es la
cifra que gasto y, más les vale que lo hagan, porque cuando me dan ataques de
ira soy capaz hasta de matar. Y de eso hay muchas pruebas, aunque la justicia
nunca haya probado la veracidad de las mismas y tal vez ya no lo pruebe.
Los engañé vilmente,
esa población tiene altos índices de analfabetismo y los exámenes estatales con
las que se miden a los alumnos de primaria y bachillerato lo demuestran, esta
ciudad y el departamento entero, son los peores del país y eso me facilita las
cosas. Ellos se quedaron con lo que hice antes y no les importa lo que hago
hoy, a fin de cuentas qué, la ignorancia los mata, si no los engañaba yo, los engañaría cualquier
otro y seguramente otros los seguirán engañando, las cosas hay que decirlas.
A unos locos se les
ocurrió que debía abandonar mi cargo, se pusieron manos a la obra con un
proceso revocatorio que no llegó a feliz término. Todo el mundo sabe que del
gobierno central me ofrecieron inmunidad, tengo de mi lado a uno de los hijos
de prócer y a la familia de un expresidente tan malo como yo.
Aquí sigo, aquí seguiré
así no haya hecho nada. No esperen más de mí, es más, no esperen nada de mí. Ni
estadio ni villa olímpica ni Juegos Bolivarianos ni nada. Lo que sí pueden
esperar es una próxima campaña a un cargo de elección popular de más
envergadura, tal vez mi discurso poco creíble
no cale igual, pero mi fiel escudero y yo hemos saqueado del erario lo
suficiente como para comprar la conciencia de los electores y si me hacen
pistola, compro al Registrador de turno
y problema resuelto.
Qué pretenden quienes
me atacan, esa es una pregunta que me hago con frecuencia, pero no hallo
respuesta, al parecer no han entendido que yo soy quien tengo la sartén por el
mango. Periodistas, líderes comunales, gente del común y hasta antiguos
empleados, hacen parte de una lista negra, tan negra como mi conciencia, todos
ellos correrán la suerte de quienes en el pasado me contradijeron. Ya lo dijo
Maquiavelo: al enemigo hay que darle tan fuerte como se pueda para que no
reaccione.
La ración se está
acabando y empiezo a despertar de mi letargo. Las imágenes de aquella ciudad
que imaginé empiezan a ponerse de un negro carbón. El mar azul profundo de la hermosa
bahía cede lentamente y se hace cada vez menos utilizable para fines
recreativos. Estoy teniendo en este preciso momento un episodio psicótico, una
mujer, no sé cuál ni quién, es el blanco al cual apunto y le disparo lo primero
que encuentro, una grapadora, con la potencia de un beisbolista de Grandes
Ligas. Amigo, espero no haberte aburrido, por tu seguridad y ese lazo invisible
pero fuerte que nos une, te aconsejo que sigas lejos de mí, no vaya ser que
termines siendo víctima de este temperamento fuerte producto de la droga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario