En la siguiente entrevista con Simplemente Pacheco, el Sociólogo y candidato a Doctor en Sociología Jurídica e Instituciones Políticas Edimer Latorre Iglesias, hace una análisis sobre la problemática del mototaxismo en Santa Marta, cómo y por qué se originó este fenómeno, que se ha multiplicado de una manera incontrolable, ya que, pasó de 1000 personas a más de 3000 en menos de 5 años, algunos de los intereses que se mueven detrás de este negocio, que según él se está robando a una juventud que ha perdido el interés por el estudio y, plantea algunas soluciones, que han sido efectivas en otras ciudades del país. Para Latorre, el principal problema y el factor que ha hecho que se desarrollen y hasta cierto punto se crean con poder, está relacionado con la falta de un sistema de transporte público decente y con rutas que cubran todo el perímetro urbano de una ciudad que crece sin control.
lunes, 18 de noviembre de 2013
domingo, 17 de noviembre de 2013
LAS FIESTAS PATRONALES
San Luis Beltrán, Santo Patrono de mi pueblo. |
José David Pacheco Martínez
Las
fiestas del Santo Patrono siempre han tenido para mí un significado especial.
Independiente de que sea devoto de él o no, toda mi vida he estado obligado a
participar en ellas y debo reconocer, que disfruto mucho de esos días alejados
del ruido, el humo, los carros y la gente extraña. Son los días en los que
vuelvo a encontrarme con mi verdadera esencia, con lo que en realidad soy, son
los días en los que estoy con mi verdadera gente.
Hoy
vuelvo después de muchos años. Pienso en todas esas cosas que de niño viví y
espero que la magia de aquel entonces atrape a mi hijo como me atrapó a mí. El
bus sigue avanzando por la carretera asfaltada alejándose de la ciudad, dejando
atrás el bullicio, los semáforos, la gente misma y hasta la vida sedentaria a
la que uno se acostumbra en la urbe. Lo único que no queda atrás es el calor,
esa sensación está presente metro a metro en el camino que nos lleva a San
Luis.
La
conexión con San Luis, mi pueblo natal nunca se ha perdido. Soy uno más, así lo
siento. Así me lo han hecho sentir cada año de mi vida en octubre para las
fiestas patronales. Lo dejé hace mucho no por voluntad propia, la educación ha
sido siempre la preocupación de mi mamá, por eso la idea de estudiar fuera, de
conocer otras cosas, otra gente, de vivir otra realidad. De niño nunca quería
regresar, me fascinaba correr descalzo por la arena caliente y blanca de la
calle principal. Me gustaba ir al río, me gustaba cazar pájaros, me gustaba
cortar leña y hasta harrear agua del río hasta la casa.
De
niño tampoco entendía por qué dejar todo botado durante una semana, no quería
dejar de ver Cartoon Network ni tener que soportar cinco horas sentado en un
bus. No entendía el por qué de la ropa nueva, no entendía el por qué de las
velas en la iglesia, no entendía el por qué de la procesión, no entendía por
qué los hombres se peleaban por cargar la imagen del Santo, no entendía muchas
cosas en mi mente de niño.
Mi
hijo se llama Máximo, tiene dos años y es la primera vez que va a San Luis. El sábado
lo presentaré al Santo Patrono en la misa, pidiendo para él larga vida y salud.
El trayecto empieza a desesperarlo y el calor no ayuda mucho a que concilie el
sueño: Llora, patalea, se queda tranquilo, juega, vuelve y llora. Lo entiendo,
no es fácil estar encerrado durante cinco horas, más si eres un niño y tienes
las energías suficientes y las ganas de estar de aquí para allá y de allá para
acá. En este momento, siente lo que yo sentía a su edad cuando viajaba con mi
mamá.
Cuando
era niño, no entendía el por qué de muchas cosas. Cuando fui creciendo, solo me
alegraba por no tener que ir a misa todos los días, me alegraba de no tener que
levantarme a las cinco de la mañana para estar temprano en el salón de
catequesis. Me alegraba poder ver a mi abuelo, poder jugar con su cabellos
blancos, que me pusiera su sombrero vueltiao, que me llevara a ordeñar, poder
tomarme la espuma caliente, sobre todo, me alegraba poder hacer lo que nunca
hacía en la ciudad. Cuando crecí entendí el por qué de la obligación de volver
cada año.
Máximo
aun no entiende, no sabe para dónde va ni tampoco por qué. Estoy seguro que si
pudiera hablar con fluidez, me reclamaría por mantenerlo aquí en estas
condiciones. Me pediría una explicación seria sobre la razón del esfuerzo
sobrehumano que implica el viaje. Si lo hiciera, no tendría cómo explicarle,
definitivamente es algo que entenderá con el tiempo, supongo que solo el tiempo
dará las razones y le explicará el por qué de los viajes.
Antes
si el viaje salía bien, llegábamos con mi mamá, siempre en la tarde. Me quitaba
los zapatos y salía calle arriba en busca de mi primo Rafael. Se me olvidaba
todo. El olor a naturaleza que se respira en mi pueblo me impedía recordar
todas esas cosas que había dejado atrás en la mañana y que siempre me
ocasionaban problemas con mi mamá. Cuando cruzaba la esquina allí estaba él, en
la puerta de madera de su casa de barro con una enorme sonrisa y con la mejor
ropa que podía tener, para que la tía lo viera bien presentado decía su mamá.
En cuanto a mí, me importaba de poco a nada tener los pies zungos y los
pantaloncitos de pana llenos de barro.
La
carretera negra ha terminado, se acabó el asfalto y puedo ver que todo sigue
igual. El único avance de esta zona, solo está en los discursos de los
políticos, en esa retahíla de mentiras con que engañan a la gente y se engañan
ellos mismos. Donde se justifican unos a otros su razón de ser. Todo sigue
igual, como suspendido en el tiempo, como en una burbuja, como ajeno a lo que
pasa más allá, como distante del mundo real, como ensimismado y reacio al
cambio. Ahora el calor se mezcla con el polvo, en este punto sigo viendo las
mismas cercas de alambre de púas, las mismas casas de barro, los mismos hombres
harreando las vacas y por entre los espacios de los árboles hacia el río, los
mismos pescadores tirando atarraya y recogiendo los trasmallos. Las tardes en
este lugar siempre están llenas de gritos, vacas, chivos y hombres a caballo, igual
que hace 10, 20 ó 50 años.
De
la gente que antes me miraba, me abrazaba, «cuánto has crecido», «te pareces a
tu tío», «dónde está tu mamá», «¿cuándo llegaste?», «¿cuándo te vas?», me
decían aquí, me decían allá, muchos han muerto y otros están tan viejos que tal
vez ya no me reconozcan. Recuerdo que con Rafael corríamos de un lado a otro
sin control: íbamos al río, íbamos a la gallera, caminábamos hasta la ciénaga,
nos metíamos en el corral del «cachaco» González, le tirábamos piedras a las
vacas, la noche nos sorprendía con unas energías enormes que teníamos que
guardar para el día siguiente. Mi primo Rafael se iba a regañadientes, pero me
prometía llegar temprano para ir con papá a ordeñar. Ya mi primo nunca más me
esperará en la puerta vestido de gala, ahora es un hombre y tiene
responsabilidades para con su familia, ni siquiera sé si pueda verlo esta
semana, me han dicho que está pescando y que regresará tal vez el lunes o
martes.
Máximo
se despertó a las cuatro de la mañana. Casi que a tientas y alumbrando el
camino con un foco de mano, mi abuelo nos llevaba hasta el puerto donde está su
canoa. Mi hijo nunca ha estado tan cerca de tantas cosas. Su mamá se ha
encargado de dejarlo bien cubierto, cuidándolo del sol, los mosquitos, las
avispas. Se ha quitado todo, me mira como pidiendo explicación, como esperando
una señal de aprobación. Sublime momento, me parece estar viéndome en él. Antes
no entendía el por qué de tantos cuidados para conmigo, si yo era como todos
los del pueblo y ellos eran como yo.
El
sol lo sorprendió tomando espuma de leche caliente y sacándole las garrapatas a
un perro pequeño que hay en la finca de mi abuelo. Luego correteó las gallinas,
los pavos, los chivos, podía ver en su cara la felicidad, el placer de hacer
algo nuevo y hasta hoy extraño. Lo llevé conmigo, recogimos maíz, arrancamos
yuca, buscamos patillas y cortamos leña mientras mi abuelo tomaba café.
La
finca de mi abuelo son dos islotes enormes que se levantan en una de las
ensenadas de la ciénaga de Sura. Desde la parte más alta, donde está el racho
de palma y barro a especie de garita, se ve toda la laguna. Su agua es verde y
tranquila. También se ve el tanque elevado que hace las veces de acueducto del
pueblo y hasta los carros que pasan por la carretera angosta y pedregosa que
lleva hasta la cabecera municipal. Tiramos piedras al agua, gritamos y gritamos
y nos maravillamos con el eco que se propaga por todos los rincones de la
pequeña ciénaga. Volví a ser aquel niño que se fue un día, dejando todo esto atrás,
buscando un mejor futuro.
Los
días avanzan lento, tan lento como el progreso, y los actos que anuncia la
cartulina que está en la puerta del billar también avanzan lento. En la mañana
del jueves los atarrayeros han hecho lo suyo. Se han burlado de algunos y se
han sorprendido con otros, pero al final desde que tengo uso de razón, Julio
Mendoza se ha llevado siempre el primer puesto. También se ha cumplido la
carrera de canoas, para la prueba, el pueblo entero se aglomera en torno a la
muralla, que protege a la población de las aguas turbias del caudaloso afluente
que lo inunda casi que por completo el mes de diciembre. Una gran caravana de
canoas sube hasta el llamado Cerro de Los Cocos, que otrora era el punto más
alto del pueblo, y que por efectos de la erosión del agua es hoy día sólo un
pequeño barranco donde los niños se lazan de cabeza al agua. De ahí los
intrépidos competidores, emprenden una lucha contra la corriente a canalete
limpio buscando llegar a la meta.
La
carrera de encostalados, luego la carrera de gatos, luego la carrea de
bicicletas y luego a esconderse de la gigantona. La gigantona es una muñeca
enorme que recorre las calles «buscando niños groseros». Los viernes a las doce
del medio día, por las calles polvorientas y angostas de mi pueblo, no se ve
ningún niño. Se oyen los ladridos de los perros y uno que otro llorando al verla
pasar por la puerta de su casa. Que haya miedo es la gracia, que los niños
teman a la gigantona es su razón de ser. Por eso sale el viernes, para el
sábado ir a la iglesia a consagrase y recibir la bendición del cura. Por eso
nadie dice que es un muñeco y que Cayetano Villamizar es el que va debajo de
él. Yo le temí y ahora Máximo también le teme. Me mira con cara de extrañeza,
busca en mí protección y también una respuesta, pero no la tengo, no sé qué
decirle y sé que no podrá entender el simbolismo de las cosas a su edad.
Detrás
de la gigantona viene la «papayera», siempre han dicho que fiestas patronales
sin papayera, no son fiestas patronales. Ya Máximo está más tranquilo e imita
al tipo que toca el redoblante, mueve velozmente sus brazitos como tratando de
sacar sonido en el vacío. Lo extraño de estas fiestas, es que no ha habido
peleas. Las peleas son parte importante de la cultura de mi pueblo, aquí las
diferencias se arreglan a las trompadas.
Los
actos siguen avanzando en la plaza, los grupos de teatro y las danzas han hecho
sus números. Estamos aquí a la espera del cura, en algún momento el monaguillo
sonará la campana y el pueblo entero se rendirá a los pies del Santo Patrono.
La iglesia deja ver los estragos del río, las paredes lucen percudidas, aun
conservan ese color marrón característico del agua revuelta del Magdalena.
Asumo que la gente se aburrió de pintar en octubre, para que se manche en
diciembre. Tal vez ha sido una decisión acertada, tal vez no, pero ya nunca más
volverán a pintar la iglesia.
El
tercer sábado de octubre, es el único día del año que esta pequeña iglesia se
llena de gente. El cura es un tipo bajito, más bien amarillo, con gafas y una
voz ronca que parece salida de una película de terror. Su sotana es de un
morado pálido por el uso y el monaguillo, parece que lo único que le gusta de
la misa, es la hora de las limosnas, se muestra activo y sonriente. El resto de
la misa estuvo más atento a mirar por la ventana que a prestar atención al
sermón.
Ya
estamos en la fila, la ceremonia es sencilla, nos arrodillamos y el cura le
hace la señal de la cruz en la frente diciendo: Máximo, que el santo patrono
San Luis Beltrán te de salud y larga vida. Ahora empieza la pelea, es el
momento donde los hombres del pueblo luchan por el privilegio de cargar al
santo en sus hombros. Pasa todos los años y la solución siempre es la misma: el
cura llama a los más alejados de la discusión. No aprenden, pienso para mis
adentros, pero cargar al santo es un privilegio que solo unos pocos tienen y que
en términos generales, significa mucho.
La
caravana recorrerá las tres calles del pueblo. Delante irá el santo, detrás el
cura con un megáfono hablando de esto, hablando de aquello y balbuceando
algunas oraciones en latín y detrás la gente: ancianos, adultos, jóvenes y
niños. Entrada la noche, el santo llegará de nuevo a la iglesia, que se
iluminará de velas y se dará inicio a la fiesta: sonará la música, se beberá
Ron Caña y se bailará de forma convencional, hasta que Ariel Padilla levante su
lánguida humanidad de dos metros 20, baje los tacos del transformador y deje al
pueblo entero en tinieblas.
Las
luz amarillenta de la luna llena ilumina la plaza, la gente se aglomera mientas
a lo lejos se escucha el tenue sonido de una flauta de millo que avanza lentamente
en busca de la multitud. El grito entusiasta de un bailador emocionado no haya
respuesta dentro del grupo y se pierde, se va con la corriente de aguas turbias
del río Magdalena. Pedro Cuevas sigue avanzando con su flauta, montado en una
carretilla que sus dos hijos menores hacen andar a un paso cansino. De seguro
ellos también tocarán la flauta en las fiestas venideras, en los pueblos las
profesiones se heredan, de cierto modo estás obligado a mantener la tradición,
estás obligado a ser lo que fue tu papá, tu abuelo y tu bisabuelo.
Cuando
el viejo llega en su carretilla, la gente le hace reverencias, le muestra
cariño y a la vez respeto, prenden las velas, arranca la música y arranca
también el baile. Los círculos se agrandan, se funden en uno solo y poco a poco
el hombre de la flauta va quedando en medio. La primera tanda en la plaza, se
acaba cuando se acaban las velas. El viejo para, hasta que la única luz que
haya sea la de la luna. Se levanta la arena, el enamorado aprovecha y galantea
a su dama y así no lo quieras, de un momento a otro, atraído como por un mágico
encanto estás bailando alrededor de la flauta.
De
una mochila de fique, uno de sus hijos le sacará una botella de ron y la música
no iniciará hasta que este considere que es necesario. La gente mientras tanto,
se va ubicando como en la tarde, a manera de procesión. Cuando el viejo vuelve
a tocar la flauta, sus hijos hacen andar la carretilla y la gente tras él
enciende las velas, la caravana por la calle central con las velas arriba parece
un río de fuego, los viejos que ya no bailan, los niños y las mujeres
embarazadas, se conforman con ver el espectáculo por la ventana. Cada sábado de
las patronales, la rutina es la misma.
Llegarán
hasta el campo de fútbol, allí hay más tierra que en la plaza y el polvo se
levanta a medida que aumenta el ritmo del baile. La música sonará hasta el
alba, con los primeros rayos del sol se acaba el espectáculo, se acaban las
velas, se acaba el ron y se acaban las patronales. El otro año, el segundo
domingo de octubre, Fernando Meléndez saldrá con su vaca loca llena de pólvora
dando inicio a las festividades, el otro año el segundo domingo de octubre
estaremos nuevamente aquí. El otro año, el segundo domingo de octubre, sé que
Máximo podrá recordar lo que fue este año y estará contento de poder ver y
hacer lo que hizo esta semana.
Mi
mamá mantuvo viva mi conexión con mi gente, con mi tierra, con mi cultura, con
el río y con mi santo patrono. Yo haré lo mismo, Máximo, sus hijos y los hijos
de sus hijos, vendrán a las Fiestas Patronales, cada año de su vida hasta el
fin de los tiempos.
sábado, 16 de noviembre de 2013
La culpa es de todos
Opinión
Por: José David Pacheco Martínez
Hoy como muchas otras veces, el gremio de mototaxistas de Santa Marta, alteró el orden público, por la promulgación de un decreto que prohíbe el parrillero hombre. Hoy en redes sociales y en la calle, no escuché esas voces que siempre salen en defensa de esas pobres personas que no tienen trabajo, hoy todos esos algún día defensores, por fin se dieron cuenta del vandalismo disfrazado de protesta.
Pero, la culpa no es solo del Alcalde Caicedo por la laxitud con la que ha tratado este, que es un problema serio de movilidad, causante de un sinnúmero de accidentes día a día; la culpa es también de la Policía de Tránsito y esos patrulleros para los que la educación en las escuelas de formación, les vale 50 mil y hasta menos, por permitir irregularidades y no hacer cumplir los decretos promulgados para meter en cintura a estos comprobados nefastos personajes motorizados; de la culpabilidad, tampoco escapa la sociedad samaria que recurre a ellos sabiendo todas las implicaciones, tanto para quien monta de parrillero, como para el transeúnte de a píe, muchas veces afectado.
De la responsabilidad de la actual situación, no escapan medios y periodistas que a su tiempo, demeritaron las oportunidades de estudio ofrecidas por la administración distrital. Ahora que la situación se ha salido de control, se lavan las manos y dicen no se han hecho cosas para solucionar la problemática.
No es posible, inconcebible que 3 mil o 4 mil desadaptados, que nunca acatan las normas, afecten a los otros 497 mil samarios. Por unanimidad, la gente pide ya una solución. Desde mi óptica, la única forma de hacerle frente, es con medidas de choque. Es hora de revisar las actuaciones de todos: Alcalde, Policía, Sociedad y Medios de comunicación. Todos de una forma u otra, somos responsables de lo que está pasando.
viernes, 15 de noviembre de 2013
En Santa Marta el dinero de las regalías se va por la alcantarilla.
Así luce la calle 22 en tiempos de invierno: como un río caudaloso. |
Un niño se dispone a disfrutar de un baño, sin saber el gran riesgo que corre, debido al alto grado de contaminación de la bahía de Santa Marta. |
Este artículo fue publicado en el 2012 por Barranquillabierta.com y realizado en el marco del curso Tras la pista de los dineros públicos, adelantado por Consejo de Redacción, Pnud, Universidad Javeriana, La silla vacía, Knight Center, Open Society, International Center For Journalists entre otros. En esta investigación se muestra cómo se despilfarraron los millonarios recursos que entraron a la ciudad, lo traigo a colación hoy que ya el embarque de carbón se hace en otro lado y por lo visto, nadie responderá por los daños ambientales que sufrió la bahía de Santa Marta durante los años que se embarcó carbón en la ciudad. Ahora que ya el problema se lo llevaron para otro lado ¿qué pasará?
La
falta de vigilancia y control sobre los millonarios recursos, han permitido que
éstos sean utilizados de manera folclórica y muchas veces, para fines ajenos a
los establecidos por la ley, dejando de lado el tema medio ambiental.
Por: José David Pacheco Martínez
Santa Marta, recibe dineros
de regalías, por ser uno de los principales puertos de embarque del carbón
extraído en La Guajira y Cesar. Según el
Sistema de Información Minero Colombiano (Simco), la ciudad ha recibido por
este concepto desde el año 2004 la suma de 77.274.050.707 de pesos. De esta
cantidad ni un solo peso se destinó a la mitigación de los daños colaterales
que deja el embarque y almacenamiento del mineral en el puerto y la bahía.
La guía ambiental para
transporte de carbón realizada por la Corporación de Investigaciones de
Colombia – PROCOLOMBIA y disponible en
http://www.minambiente.gov.co/documentos/guia_ambiental_transporte_carbon.pdf ,
es enfática en afirmar que “el material particulado (como el carbón) es uno de
los contaminantes atmosféricos más sobresalientes a nivel mundial, con la
innegable dificultad que existe de poder ser cuantificado, especialmente aquel
que se origina por las fuentes naturales, cuya magnitud se estima que puede
llegar a ser hasta veinte veces mayor que la de las emisiones antropogénicas.”
Los proyectos de gran
envergadura financiados bajo el antiguo sistema de regalías, están en su gran
mayoría referidos al tema de saneamiento básico y alcantarillado y en los
cuales, se invirtieron más de 20.000 millones de pesos. Hay otra gran cantidad
de proyectos relacionados con alumbrado público, la mayor parte de ellos,
fueron desechados por presentar propuestas con sobrecostos y documentos que no
se ajustan a los requisitos establecidos por la ley, que se pueden verificar en
la página de la Unidad de Planeación Minero Energética
http://www.upme.gov.co/fondos/fondosavanzada.aspx .
Las grandes inversiones que
se han hecho para mejorar el tema de saneamiento básico y alcantarillado, no se
ven, ni en la zona donde fueron ejecutadas, barrios Bastidas, quebrada Bureche,
sector Gaira, Rodadero Sur y Los Fundadores, que siguen viviendo el mismo
problema de siempre, ni en la ciudad
misma, que colapsa en época de invierno, las calles se convierten literalmente
en ríos que arrastran las basuras y todo lo halla a su paso hasta el mar, convirtiéndose, en
uno de los factores más importantes de contaminación para las playas.
Con el fin de evitar la
contaminación excesiva a la que está expuesta el puerto de Santa Marta, y también, los
accidentes con las barcazas, que han sido frecuentes durante el tiempo de
operaciones; El ministerio de Medio Ambiente expidió el decreto 3083 de 15 de
agosto de 2007, el cual reglamenta que “a partir del 1 de julio de 2010, en
todos los puertos marítimos del país el cargue de carbón en naves se deberá
hacer a través de un sistema de cargue directo, utilizando para ello bandas
transportadoras encapsuladas u otro sistema tecnológico equivalente. El sitio
de embarque será el más próximo a la línea de playa que evite el fondeo para el
cargue, mediante la ejecución de dársenas, zonas de maniobra y canales de
acceso adecuados ”.
A pesar de lo serio del
asunto y de las formalidades que lo reglamentan, en la ciudad la empresas
encargadas del transporte del mineral, siguen utilizando barcazas para el
almacenamiento y un Banana Spout para hacerlo llegar a los buques cargueros, es
decir, se sigue haciendo de forma artesanal, obviando los estándares
establecidos por el Ministerio del Medio Ambiente, que tienen como propósito
impedir que residuos queden flotando en
el aire y posteriormente por efectos de la brisa lleguen hasta el fondo del mar
y la playa .
Para Alfonso Escobar Nieves,
biólogo y el primero en hacer un estudio científico sobre la contaminación en
la bahía de Santa Marta, el problema más grave que afronta la ciudad en esta
materia, es la falta de un centro de monitoreo más avanzado y un equipo
profesional dedicado a hacer estudios en periodos de tiempo más cortos. Hoy,
los estudios que realizan las universidades, toman muestras cada dos meses y
los de Invemar (Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras), cada seis, lo
que según él, no permite determinar la contaminación real.
“Que la oficina principal de
Invermar quede dentro de las instalaciones del puerto, deja muchas dudas sobre
la imparcialidad en los resultados de los estudios de impacto ambiental”,
señala Escobar Nieves, quien además se plantea la incógnita sobre ¿cuán grave
es el problema?, teniendo en cuenta que han pasado más de treinta años desde
las primeras evidencias de contaminación, la suma de otros agentes
contaminantes a la bahía.
La Contralora Sandra Morelli, sostiene que
“hay mal manejo de aguas, transporte descubierto de carbón, barcazas no
permitidas en la zona. Cuando vierten el carbón en estas viejas embarcaciones
con banderas de países muy raros, están contaminando playas y mar ”, el último
informe del ente controlador denuncia en
uno de sus párrafos, la forma como las empresas encargadas del carbón
manipulaban los informes de calidad de aire y niveles de contaminación: “se
evidenció la falta de autonomía en el uso de los monitores o estaciones, ya que
tanto la estación propia del puerto (carbonero) y la estación de la red de
monitoreo de la corporación se encuentran ubicadas en el mismo punto y
operarios de los puertos tiene acceso a los equipos permitiendo una
manipulación de ellos”, sentencia el documento.
No todos tienen las mismas impresiones
que el profesor Escobar y el señor Ruiz, Álvaro Sánchez, coordinador de
proyectos especiales de la Escuela de Ingenierías de la Universidad Sergio
Arboleda, afirma que en algún momento
“tendremos que aprender a convivir con la minería” y que “la sociedad debe aceptar los impactos que
deja la explotación minera, ya que, genera beneficios”. Sánchez refuerza su
tesis de los 'Impactos Permitidos', explicando que a través de la historia, la
vida del hombre siempre ha estado ligada a la minería y para verificar eso,
solo había que remitirse a las edades evolutivas.
La situación actual en
materia de calidad de aguas en la ciudad es alarmante, así lo advierte el
informe de la Red de Vigilancia de la Calidad Ambiental Marina de Colombia,
para el año 2011: “a través de la REDCAM se viene monitoreando la calidad de 18
playas, de las cuales el 44 % (8 playas) presentó condiciones inadecuadas para
el desarrollo de estas actividades, debido a la presencia de enterococos o
coliformes termotolerantes (anteriormente denominados fecales), en
concentraciones superiores a los valores de referencia establecidos nacional e
internacionalmente”.
De los 20 proyectos que se aprobaron el año
pasado en el Magdalena bajo el nuevo sistema de regalías y para los que se cuenta
con un presupuesto de 10.325.417.691 de pesos, ocho de éstos, están referidos
al tema de transporte y adecuación de vías, para los cuales se invertirán
479.275.796.305 de pesos; tres a inflexibilidades, por valor de 131.366.470.605
de pesos; tres más referidos al tema de vivienda con un aporte de 996.757.201
de pesos; dos a agua potable y saneamiento básico, con un costo de
7.029.165.392 de pesos; uno relacionado con el deporte y la recreación, con un
monto de 568.000.000 de pesos y uno más para educación, para el que se
destinarán 1.337.912.340 de pesos.
Ninguno de los proyectos aprobados y que se
empezarán a ejecutar este año, está referido a la mitigación del impacto
ambiental en las playas de la ciudad y en la economía de quienes viven del
turismo y la pesca. Según Juan Pablo Ruiz “para mitigar en un mínimo los
efectos contaminantes en los puertos de embarque y los daños ocasionados en los
pueblos por la minería, se debe invertir en ello el 25 % del dinero total de las regalías del
país”.
Para el sociólogo e
investigador samario Edimer la Torre, Colombia empieza a presentar síntomas de
la ‘Enfermedad Holandesa’, pues, se está dejando de lado un aspecto importante
y relevante como el medio ambiente, para hacer caminar a ritmo de tren bala la
‘locomotora minera’. “la culpa no es de la minería, tampoco es del Estado ni de
las regalías, la culpa es sin dudas de las políticas de inversión y los
responsables de manejar los dineros y ejecutar los proyectos” concluye.
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miércoles, 13 de noviembre de 2013
Un acercamiento a esa música que tanto me gusta: la Champeta
Hablar de evolución en la champeta, sería condenarla a muerte, es en palabras simples: romper el vínculo con África.
Por: José David
Pacheco Martínez
Un día dije que Kevin
Flórez está lejos de ser un cantante de champeta, que sus sonidos discotequeros
y lo comercial de sus letras están distantes, quizás a años luz de Elio Boom,
Melchor ‘El Cruel’, Charles King o Viviano Torres. Sentí pena, lo confieso,
porque a pesar de haber estado inmerso en esa música durante años no tenía una
definición exacta de lo que es champeta, por eso me di a la tarea de buscar en
la literatura un concepto exacto, que permita sacar del engaño y digámoslo así
–aunque suene grosero- de la ignorancia a quienes ubican a Flórez en el gremio
de los champeteros.
Si quienes hablan de
evolución musical dicen que soy un retrógrada por preferir los acordes de La turbina, El perro que habla, Caballeros
del zodiaco, El pato Donald, El ladrón salado, El tren del desorden, Los
compadres o La quinceañera, pues lo soy y, además, me niego rotundamente a
aceptar que se deje de lado esa esencia negra que está implícita y que es parte
fundamental de la champeta.
Me perdonará Kevin
Flórez y el mismo Mr Black, que parece descubrió que cantando lo que canta
ahora en las discotecas y estadios gana más dinero que en los picós y las
casetas; pero ellos no cantan champeta. Y a mi modo de ver son unos
oportunistas, que intentan disfrazar sus canciones en éste género, porque el
que en realidad hacen está copado por otros con mucho más presupuesto,
trascendencia, reconocimiento e industrias musicales mejor estructuradas.
Escuchar champeta de
verdad es, al igual que una tambora, una invitación a bailar, una sensación
involuntaria e inexplicable que está en la sangre. Es una reacción espontánea a
nuestros orígenes negros, un regreso al África, a nuestra verdadera madre
patria. Bueno, en este punto, quienes se crean y se sientan descendientes
directos de los españoles pueden objetar y salirse de este grupo, que se siente
movido por los sonidos del negro esclavo y alegre. No los culpo, ellos tienen
sus propias culpas, los descendientes de los ibéricos tendrán toda su vida que
cargar con los horrores que sus antepasados hicieron padecer a los verdaderos dueños
de estas calurosas y otrora ricas tierras.
La champeta es la
expresión musical de los barrios marginales de Cartagena. Pero, hoy en día no
es un ritmo exclusivo de la capital de Bolívar ni de sus municipios,
corregimientos y veredas. La influencia
de este pegajoso ritmo ha ganado espacio en muchos sectores de la costa Caribe
e, incluso, es posible escucharla en la región Pacífica, donde también hay
mucha influencia de lo africano y lo negro, sin que se tome lo que digo a modo
discriminatorio.
¿Qué es Champeta y de
dónde viene?
La respuesta al
interrogante que tanto me inquieta la tiene Manuel Hernández Valdés,
investigador de la cultura palenquera y nativo de esa población donde se
originó todo este movimiento cultural, que va más allá de la música y es
independiente al contenido, para algunos vacíos, de sus letras.
Hernández explica que
el término champeta es evidentemente una palabra africana, que nace desde los
palenques del Caribe hacia el resto del mundo, sin duda, adscrita a la lengua
palenquera, entendida y ubicada espacialmente en los Montes de María.
Champeta es,
entonces, una palabra compuesta por el
prefijo cha, que significa viejo; y el sufijo mpeta, que significa
pedacito. Desde esa concepción
etimológica, champeta es la unión entre
algo viejo y un pedazo de ese mismo algo, pero, para este caso, se aplica a un
cuchillo viejo, largo y afilado, que en algún momento histórico, fue utilizado
por los palenqueros que emigraron a Cartagena para arreglar sus diferencias.
Ahora bien, definida la
palabra de forma etimológica, paso a un concepto un poco más histórico y que
nos aproxime a la música como tal, para
eso –entender de donde viene- y el por qué me atrevo a afirmar que Flórez está
muy lejos de ser un intérprete, traigo a colación al historiador Luis Gerardo
Martínez Miranda, quien hace una reconstrucción en el tiempo de lo que es la
champeta. Él sostiene que este género
musical tiene un sustrato esencialmente africano. Su historia, que es la
historia de su resistencia, muestra una extraordinaria capacidad de asimilar
otros elementos culturales; que a pesar de la interacción la hacen única.
En primer lugar, echó raíces en el terreno
abonado que dejó la huella de la colonia, en esos tiempos en los que Cartagena
se constituyó en el primer puerto de comercio de africanos esclavizados. Es
así, como a finales del siglo XX y como oportunidad de negocio, la capital de
Bolívar, por razones que saltan a la vista,
se convierte en el punto clave para la comercialización de la música de
países africanos como Antiguo Zaire, Sudáfrica y Nigeria. Otro aspecto importante
y que se relaciona con el origen de la
champeta tiene que ver con la presencia
masiva de palenqueros en Cartagena, quienes también adoptaron como suya este
tipo de música. Fue así como se estableció un puente entre África y San Basilio
de Palenque.
Sigo en mi búsqueda de
referentes y definiciones, por eso llego hasta Nicolás Contreras, otro de los
que se ha dado a la tarea de descubrir el significado y la importancia que
tiene la música para esos descendientes africanos. Él la define desde un punto
de vista más antropológico: la champeta es mucho más que música y baile, es un
movimiento sociocultural que fue llevando poco a poco a Colombia, a reconocer
que en cada uno de los 45 millones de habitantes hay algo de negro.
Hasta mediados de los
años 60, cuando se popularizó la venta de Long Plays traídos de África, Colombia
se había medido como un país andino y no como un país caribeño, manteniéndose
reacio a reconocerse dentro de las naciones caribeñas, porque en el Caribe la
matriz cultural es enteramente negra, y si nosotros consideramos al Caribe como
una ecuación de conjunto, sin duda veremos que la intersección en todo el
Caribe es África.
No obstante a que la
gran mayoría, de los pocos que se han interesado por el asunto, catalogan y
ubican la champeta como una forma de resistencia y una petición de legitimidad,
Michael Birembaum rebate todas esas ideas diciendo que “la champeta como
cultura y estética no existe tanto como oposición a la cultura dominante sino
como una dinámica de expresión popular que se preocupa mucho menos por la
cultura hegemónica dominante que por sus propios fines sociales, económicos y
estéticos”. Esta afirmación le da un valor agregado al género y a los ojos de los estudiosos del tema podría
generar un debate profundo. Birembaum se
basa en toda esa simbología presente en las letras, los sonidos y hasta el
baile para llevar la cosmología de la champeta a otro nivel.
Ahora bien, como hemos
visto hasta ahora, esta música además de tener implícito esa nota de alegría y
picardía propia del negro, está ligada también a la sensualidad y erotismo del
hombre proveniente de África, que se condensa y se expresa en el baile, que
Contreras Hernández describe de la siguiente manera: “el baile comenzó en
parejas con el abrazo un tanto estrecho de un brazo que rodeaba a la pareja por
la cintura y la otra mano entrelazada separada de los cuerpos, pero con los
pasos básicos de los estilos de baile (el reloj, el cochero, el policía, la
tijera y el taxista, entre otros); hoy tiende a una exploración más cercana del
cuerpo enlazado con los dos brazos y el sexo contra sexo, como representación
copular”.
Aunque la definición
literal de champeta está distante de ese ritmo alegre y con letras que relatan
el diario vivir de los sectores más humildes de Cartagena, que desde la
rebelión de Domingo Biojó, la creación y
fuga de esclavos a los palenques, se declararon en resistencia. Todos los que hasta ahora han ahondado en la
investigación respecto a esta expresión cultural coinciden en que hasta cierto
punto la champeta es una forma de no desconectarse de la madre patria, de un
modo u otro se ha convertido en el punto de encuentro de generaciones y
generaciones con su esencia, sin olvidar que más que un reclamo es legitimidad y reconocimiento en sí misma.
Como dice Luis Gerardo
Martínez en su trabajo ‘La champeta: una forma de resistencia palenquera a las
dinámicas de exclusión de las élites "blancas" de Cartagena y
Barranquilla entre 1960 y 2000’: a diferencia de lo que se ha dicho cuando se
la califica de retrograda, sin contenido alguno, violenta, de mal gusto o con
alto contenido sexual, la champeta como género musical es canal de comunicación
entre las clases oprimidas de Cartagena y Barranquilla, por medio del cual
salen a relucir todas aquellas inconformidades de una sociedad maltratada por
una élite excluyente. Por medio de ella se ha consolidado una identidad que,
pese a todos sus tropiezos, sigue viva en cualquier lugar donde residan los
champetúos que, para sorpresa de muchos, los hay de todos los estratos y
colores de piel.
Ya que pude hasta
cierto punto ilustrarme e ilustrar a quienes me lean sobre lo que es y
significa la champeta para los champetúos de verdad, esos que van más allá de
la industria musical y el poder de su dinero, para esos que la perciben como un
punto de contacto y el cordón umbilical con África, quiero preguntarle a Kevin
Flórez y Mr Black ¿Qué es para ellos champeta? ¿A cuenta de qué o por qué
hablan de evolución? ¿Evolución hacia qué o hacia dónde? ¿Qué aportan esos
nuevos sonidos y letras a la concepción
real de champeta? ¿Qué queda de la champeta después de los arreglos y estilos
que ellos acaban de introducir? ¿Dónde está o quedó el contacto con África?
Aquí les dejo algunas canciones, para que comparen y saquen ustedes sus propias conclusiones:
El Bicarbonato - Charles King
El Pato Donald - Álvaro 'El Bárbaro'
La Turbina - Elio Boom
El Mete Mono - 'El Pupi'
La invite a bailar - Kevin Flórez
Fiesta en la noche - Mr Black
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domingo, 10 de noviembre de 2013
Dagoberto Mata, de Soldado Profesional a Periodista
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