miércoles, 15 de octubre de 2014

Alucinaciones

Periodistas, líderes comunales, gente del común y hasta antiguos empleados, hacen parte de una lista negra, tan negra como mi conciencia, todos ellos correrán la suerte de quienes en el pasado me contradijeron. Ya lo dijo Maquiavelo: al enemigo hay que darle tan fuerte como se pueda para que no reaccione.

Por: José David Pacheco Martínez


Amigo, quisiera contarte hasta donde me ha llevado el consumo de esas sustancias prohibidas, las que sacan de quicio a ese señor inquisidor con potestad para destituir a funcionarios públicos y matarlos políticamente. Sigo abusando de ellas; como abuso de todo el mundo, más adelante lo explicaré con detalles; y en este momento los efectos secundarios empiezan a aparecer, ya no controlo mis ideas, mis sueños parecen cada vez más y más una nebulosa que me enloquece. A continuación te explico la visión que me agobia con frecuencia, esperando puedas entender y no mal interpretes ni creas lo que de mí dicen en todos lados:

Un día bajo el influjo malevo de una de esas tantas sustancias psicotrópicas que abundan en este país que me acabo de inventar, me imaginé siendo alcalde de una ciudad santa que, en los inicios, fue atacada por corsarios y piratas ingleses que más de una vez la destruyeron por completo, la saquearon infinitamente, dejándola como la han dejado hoy en día quienes me han precedido en este cargo que hoy ostento y por el que seguramente pasaré con más pena que gloria, como pasan todos, tú sabes lo difícil que es ser honesto en este país, incluso en el imaginario.

Me elegí vendiendo un discurso coherente y bien estructurado que antes, mucho tiempo antes de que me acusaran de asesinar a los estudiantes que me hicieron frente en una  universidad también inventada a la que dirigí y, a la que desfalqué haciendo fiestas con cantantes vallenatos y organizando reinados donde siempre sacaba provecho de mi posición dominante, me hicieron acreedor a una imagen aceptable, tanto como para que 70 mil personas votaran por mí. Hoy lo sigo haciendo: abusando, y a un nivel mayor, pues soy la máxima autoridad de este pueblo inocente, sin capacidad de reacción e  históricamente usado y movido a la conveniencia mía o de cualquiera que lo necesite.

En este momento que mi mandato termina, la gente, la misma que me eligió, se ha dado cuento que soy un infinito fraude. Las noticias de mis constantes abusos y agresiones contra el equipo que me acompaña han sobrepasado los muros del viejo recinto donde despacho. No obstante a las pruebas irrefutables de que no soy nada de lo que me creyeron, tengo un gran número de defensores, los cuales darían la vida por mí, cosa que me agrada sobremanera y por la cual pago, 17 .274.217.570.25 es la cifra que gasto y, más les vale que lo hagan, porque cuando me dan ataques de ira soy capaz hasta de matar. Y de eso hay muchas pruebas, aunque la justicia nunca haya probado la veracidad de las mismas y tal vez ya no lo pruebe.

Los engañé vilmente, esa población tiene altos índices de analfabetismo y los exámenes estatales con las que se miden a los alumnos de primaria y bachillerato lo demuestran, esta ciudad y el departamento entero, son los peores del país y eso me facilita las cosas. Ellos se quedaron con lo que hice antes y no les importa lo que hago hoy, a fin de cuentas qué, la ignorancia los mata,  si no los engañaba yo, los engañaría cualquier otro y seguramente otros los seguirán engañando, las cosas hay que decirlas.

A unos locos se les ocurrió que debía abandonar mi cargo, se pusieron manos a la obra con un proceso revocatorio que no llegó a feliz término. Todo el mundo sabe que del gobierno central me ofrecieron inmunidad, tengo de mi lado a uno de los hijos de prócer y a la familia de un expresidente tan malo como yo.

Aquí sigo, aquí seguiré así no haya hecho nada. No esperen más de mí, es más, no esperen nada de mí. Ni estadio ni villa olímpica ni Juegos Bolivarianos ni nada. Lo que sí pueden esperar es una próxima campaña a un cargo de elección popular de más envergadura, tal vez  mi discurso poco creíble no cale igual, pero mi fiel escudero y yo hemos saqueado del erario lo suficiente como para comprar la conciencia de los electores y si me hacen pistola, compro al  Registrador de turno y problema resuelto.

Qué pretenden quienes me atacan, esa es una pregunta que me hago con frecuencia, pero no hallo respuesta, al parecer no han entendido que yo soy quien tengo la sartén por el mango. Periodistas, líderes comunales, gente del común y hasta antiguos empleados, hacen parte de una lista negra, tan negra como mi conciencia, todos ellos correrán la suerte de quienes en el pasado me contradijeron. Ya lo dijo Maquiavelo: al enemigo hay que darle tan fuerte como se pueda para que no reaccione.


La ración se está acabando y empiezo a despertar de mi letargo. Las imágenes de aquella ciudad que imaginé empiezan a ponerse de un negro carbón. El mar azul profundo de la hermosa bahía cede lentamente y se hace cada vez menos utilizable para fines recreativos. Estoy teniendo en este preciso momento un episodio psicótico, una mujer, no sé cuál ni quién, es el blanco al cual apunto y le disparo lo primero que encuentro, una grapadora, con la potencia de un beisbolista de Grandes Ligas. Amigo, espero no haberte aburrido, por tu seguridad y ese lazo invisible pero fuerte que nos une, te aconsejo que sigas lejos de mí, no vaya ser que termines siendo víctima de este temperamento fuerte producto de la droga.

lunes, 13 de octubre de 2014

¿Quién puede cuestionarme?

Aquí ya nos acostumbramos a tantas y tantas cosas, que lo que llegue a pasar con este no tendría nada de raro. Solo espera uno que el desfalco al erario no sea tan grande y la ciudad o, este grupo 500 mil individuos sin Dios, ley ni sentido de unidad, se hunda en una crisis fiscal profunda que frene su desarrollo.

Por: José David Pacheco Martínez


Por qué tendrían que interesarme a mí las fórmulas a través de las cuales se pueden medir los indicadores de gestión y ejecución de un servidor público, si hay otra, mucha más gente sin la más remota idea de la existencia de tales fórmulas ni interés por aprenderlas. Estas son situaciones que les competen a los organismos de control estatal, que obran bien o mal según su conveniencia en algunos casos, se aleja de mi capacidad de decisión y acción, definitivamente, yo estoy fuera de todo este proceso de control y vigilancia.

Quién sabe cuántas metas de las expuestas en su Plan de Gobierno ha cumplido este alcalde y cumplió el anterior, eso también es algo que se sale de mi resorte. No me he tomado el trabajo de ver cuál es el concepto de ciudad que plasmó el mandatario en ese documento, menos me tomaré el de mirar sus reportes de ejecución e ir comparando con lo propuesto al inicio del periodo. Aquí a nadie le interesa eso, a fin de cuentas, no recibo beneficio alguno de la administración, tampoco voté por ellos, así que eso en nada me afecta. Eso no es conmigo.

La forma como un alcalde, gobernador o cualquiera que ocupe un cargo de elección popular proceda, es absolutamente asunto suyo. Aquí ya nos acostumbramos a tantas y tantas cosas, que lo que llegue a pasar con este no tendría nada de raro. Solo espera uno que el desfalco al erario no sea tan grande y la ciudad o, este grupo 500 mil individuos sin Dios, ley ni sentido de unidad, se hunda en una crisis fiscal profunda que frene su desarrollo.

Santa Marta está creciendo. Poco a poco florece, se levanta lentamente del letargo en el que ha estado sumida estos casi 500 años: donde uno mete el ojo, hay una construcción. Este proceso de expansión y urbanización es una prueba irrefutable de que vamos por buen camino. El capital privado hace lo que no hace el Estado. Qué importa si este mandatario local es bueno o malo.

Tampoco importa que ese crecimiento desenfrenado gracias al poco control que el distrito tiene frente a los proyectos urbanísticos, que además de no estar dentro en un Plan de Ordenamiento Territorial, viola temas de espacio público, irrespeta  las zonas de amortización de playas y está ilegalmente por encima de un status quos que impide construcciones en cerros tutelares y demás zonas de reserva natural. Ese crecimiento desenfrenado y sin control impacta negativamente el suministro del agua y es responsable directo del colapso del alcantarillado. Esos problemas están a años luz de afectarme y no me importan mientras se mantengan así de distantes.


Pensar un ciudad mejor, es un ejercicio del cual ya he renunciado. La situación no está tan mal y podría ser peor, cambiar el rumbo de una ciudad es una tarea difícil que le dejo a otros. Tengo suficiente con mis problemas, al fin de cuentas por qué tendría que dar explicaciones,  quién podría cuestionarme por mi actitud, si el samario es así: apático a los procesos sociales, indiferente las movilizaciones políticas y de cualquier otra índole. El samario es la personificación misma de la despreocupación y el desinterés.