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A escasos 15 días de las
elecciones más importantes de los últimos cincuenta años, mucha gente pensando
en qué beneficio puede sacar de ello, como se dice en el argot popular:
pescando en río revuelto. Quienes cumplimos sagradamente con el derecho y el
deber de votar, nos jugamos una carta importante camino a la consecución de la
paz, lo que no implica necesariamente reelegir a Juan Manuel Santos ni más
faltaba.
Es este un momento clave
para darle un nuevo rumbo a la ya bastante estigmatizada y poco creíble política colombiana, es la hora de dejar atrás
los preconceptos, abandonar de una vez por todas ese egoísmo que nos impide ver
más allá de nuestro propio beneficio, es en definitiva, el chance de
reivindicarnos como sociedad: hacer un esfuerzo colectivo que a la postre pueda
traducirse en un beneficio generalizado. Pensarnos como lo que somos, un país.
Todo este tiempo, como
sostiene Zygmunt Bauman, hemos estado unidos por lazos líquidos, que van
cambiando y deformándose a nuestra conveniencia. Y, la clase política no escapa
a esta dinámica, prueba de ello, es la manera como quienes ostentan el poder
van dando tumbos de un lado a otro a costa de nosotros, los que votamos.
Vivimos y somos un pueblo
olvidadizo y suicida, que se muestra apático a las cosas verdaderamente
importantes. Eso en gran medida se debe a los medios, escuelas, colegios y
universidades, donde los espacios de debate y confrontación de ideas son cada vez
más limitados y parcializados, en últimas, totalmente alejados de la realidad,
pensados y creados como forma de adoctrinamiento.
La dificultad principal que
se presenta a la hora de romper esos lazos que nos mantienen atados a un
sistema de gobierno fallido, radica principalmente, en que nunca nos damos a la
tarea de pensar en cómo sería o, más bien, cuál es el Estado ideal, sin que lo
ideal suene a utopía o romanticismo.
Independiente de quien gane
las elecciones el mundo seguirá girando, de igual forma, seguiremos pensando
que la solución es la anarquía y el caos. Que el principal problema de este
país es la burocracia, la corrupción, el narcotráfico, la guerrilla, la
derecha, la izquierda, el centro, pero, nunca, jamás pasará por nuestra cabeza
que el problema somos nosotros mismos. Es hora de tomar ese último punto bien
en serio y mirar hacia dentro, hacia nosotros mismos como problema y solución.
Para terminar quiero citar a
Juan Carlos Monedero, dejar lo profundo y real de cada palabra como un ejercicio mental que nos lleve al
reconocimiento de muchas cosas que no nos dejan avanzar: “los pueblos que
pueden la inercia social para mejorar sus situación tienen la sensación de
controlar más la situación que aquellos que están a la defensiva intentando
conservar su estatus”.