Para muchos, tal vez para la mayoría
de los alumnos de la universidad Sergio Arboleda de Santa Marta, Dagoberto Mata
pasa desapercibido. A esos muchos quizás les parezca raro y hasta gracioso el
“tumbao” que tiene al caminar, sin saber que lo obtuvo defendiendo la patria.
Defendiendo sus vidas, mi vida, nuestras vidas. Nadie nunca entenderá lo que
queda en la mente de un militar retirado.
Por: José David Pacheco Martínez
A 'Dago'; como le decimos sus amigos más cercanos; lo conocí un martes por la tarde. Supe que había estado
en la milicia porque se burló de mi corte a ras e hizo un par de comentarios,
que escuché muchas veces en un colegio militar en el que estudié hace ya mucho
tiempo.
Hay
cosas más importantes en la mente de un héroe anónimo que aprender inglés. Se
le dificultaba: escribir, leer, oír, entender y mucho más aun, hablar el idioma
de la tierra del Tío Sam. Compartimos aula y de un modo u otro, gracias a la
cercanía con él, aprendí y sentí en carne viva lo que es ser mutilado, lo que
es perder una parte esencial del cuerpo por una mina, lo que es ser víctima de
la guerra.
Manchas
de sol en la cara, cicatrices en el cuerpo, un hablado fuerte, claro y preciso
le quedan aún, muchos años después de su retirada del glorioso Ejército
Nacional. Es noble, responsable y muy a pesar de que lo sucedido en el monte,
cambió el rumbo de su vida de una manera drástica, en sus ojos claros y conversaciones
agradables no hay una sola gota de resentimiento.
La
historia del soldado profesional Dagoberto Enrique Mata Daza, se remonta al día
25 de agosto de 1985, fecha de su nacimiento. Y, se ubica espacialmente en el
corregimiento Loma Colorada, que pertenece al caluroso municipio de Bosconia,
Cesar. Por ahí mucha gente pasa, pero, son pocos, muy pocos los que se quedan.
Y es que es difícil estar allí más de
una hora. La temperatura normal oscila entre 35 y 40 grados centígrados a la sombra, con
muy pocas probabilidades de que se baje en algún momento.
Creció
viendo pasar de un lado a otro de lo que es la calle principal de su pueblo:
taxis, buses, microbuses, camiones y tractomulas que se dirigen al interior del
país. Su niñez fue la niñez normal de un niño de provincia, el colegio por las
tardes y en las mañanas el monte. Pero, la suya, tenía algo diferente, el
estudio era de mañana y las labores eran por las tardes. Ordeñaba vacas,
marcaba terneros y lidiaba con toros resabiados; que nunca faltan en un hato
ganadero sin importar su tamaño.
Camino a la escuela
Estudiar
en una escuela rural, es difícil. De eso no cabe la menor duda. Los caminos
para llegar a ella son siempre hostiles, empantanados, a veces enmontados y muy
frecuentemente la ruta más fácil para llegar a ellas es atravesando potreros
llenos de ganado. Si a eso se le suman problemas extras como: la poca presencia
de maestros y las precarias condiciones en que se encuentran esos centros
educativos, los implementos y pupitres,
asistir a clases es un verdadero acto de fe y compromiso con a educación.
Dagoberto
atravesaba en una vieja bicicleta, los portones de las fincas por las que tenía
que pasar hasta llegar a la escuela de su vereda. Con él iban muchachos de
otras haciendas y el trayecto se hacía agradable. Los caminos de barro amarillo se hacían
intransitables hasta para las bestias los días en que llovía. Cuando eso
pasaba, tenía que recorrer los siete kilómetros a pie. En otras ocasiones la
lluvia los sorprendía a medio camino y los útiles se dañaban por el agua. “como
fuera llegaba a mi clase, no me importaba llegar mojado, escurriendo agua,
siempre y cuando pidiera dar clases” dice con voz enérgica.
Cuando
los paramilitares se apoderaron de los departamentos de La Guajira, Magdalena y
Cesar, el bloque que operaba por su vereda, hizo tristemente célebre un tramo
del recorrido, eran tan frecuentes las acciones que lo llamaban “El callejón de
los muertos”. “A nosotros nos veían como
personas conocidas. Era nuestra ruta de llegada al colegio. A veces
encontrábamos a personas recién asesinadas, en otras ocasiones los
encontrábamos (a las AUC) robando y otras más, sacando gente para matarla”
recuerda Dagoberto con precisión.
Aludiendo
razones de peso; “no veía mi futuro en el campo” agrega secamente, ‘Dago’
decide dejar de estudiar en la vereda. Cursaba séptimo de bachillerato y se
traslada entonces a Bosconia, donde alternaba el trabajo de ayudante de
albañilería o cualquier otra cosa que saliera, con el estudio por las noches. A
punta de esfuerzo y muchas ganas logró
sacar adelante el bachillerato que tan difícil se le presentó en Loma Colorada.
Vistiéndose de camuflado
‘Dago’ viaja a Bogotá, en busca de un mejor
futuro. Ahí consigue trabajo en uno de los tramos de la tan polémica calle 26.
El frío, las condiciones y exigencias
del duro oficio de albañil lo enfermaron. Llagas en sus dedos le impidieron
continuar. Tardó días en conseguir un nuevo empleo y el desespero de no tener
dinero en una ciudad como la capital del país, lo azotó tan fuerte que optó por
enrolarse en el Ejército Nacional.
Ese
mismo día lo llevaron a la Escuela de Logística del Ejército. Allí recibió
entrenamiento militar y soportó todo su tiempo de servicio el frío agobiante de
los cerros del barrio San Cristóbal. Como él mismo lo dice “si no es por el
frío y los turnos de centinela a las tres de la mañana, el servicio en ese
centro de instrucción, fuera el más fácil del país”.
Su
labor y la del contingente, era la prestar guardia en el centro de
abastecimiento de las fuerzas militares. El lugar donde se entregan las
municiones, camuflados y todos los implementos de uso privativo de la
institución. Lo fácil del asunto y por lo que este primer momento del soldado
Mata vestido de militar, resultó como lo afirma, “relajado” fue el hecho de no tener que
patrullar: dar esas largas caminatas, que si hacían los soldados en otros
lugares de la convulsionada Colombia.
Con
un año de servicio y después de un intento fallido, logra pasar de las filas
regulares, a un entrenamiento profesional. El 5 de octubre de 2005 junto a
varios de sus compañeros de batallón, se traslada hasta Nilo, Cundinamarca.
Lugar donde desde 1999 funciona la Escuela de Formación de Soldados
Profesionales del Ejército (ESPRO). Allí
lo sorprendió la manera en que se entrena a los soldados. Una mezcla de
humanismo, valores militares y un sistema de calificación estricto, que puede
dejar por fuera de las filas a muchos. Dos meses duros de entrenamiento
físico y exámenes teóricos, que terminan
con el solemne evento de juramento a la bandera. Acto donde el soldado ofrece
dar su vida por mantener la soberanía nacional.
Según
la página de internet de la Escuela de Formación de Soldados Profesionales del
Ejército (ESPRO), En el año 2005, bajo el mando del Señor Teniente
Coronel Javier Orlando Parra Benítez, se graduaron los cursos de
Formación de Soldado Profesional números 16, 17 y 18. Formando 3.764 Soldados
Profesionales. Los cuales fueron designados para completar las T.O.E (Tablas de Organización y Equipo) de las unidades del Ejército y fundar las
Brigadas Móviles números 14 y 15. Entre esos 3.764 estaba Dagoberto.
Los combates y el accidente
Su curso era el 18 y pertenecía a la Brigada Móvil 15. El día 17 de diciembre,
juró bandera y el cuatro de enero se hizo presente en la escuela. “el 20 de
enero de 2006 llegaron los camiones y cerca de 1500 hombres fueron
transportados de a 30 por camión” agrega. En la oscuridad de la noche, los
soldados recién graduados fueron llevados hasta el lugar que sería su nueva
casa. A medida que avanzaba la caravana, las compañías se iban quedando en el
camino, buscando su centro de
operaciones.
“a
mí me bajaron junto con 119 más, después de dos días de camino, en la mitad de
Ocaña y Cúcuta” recuerda con claridad. Esa zona es un corredor estratégico de
la guerrilla de las Farc, ya que, pueden cruzar la frontera e internarse en las
selvas de Venezuela. Cuatro reinsertados que hacían las veces de guía, los
llevaron sin mayores contratiempos hasta La Victoria, Norte de Santander.
Los
cerros empinados, la neblina, los hostigamientos y el miedo a caer en un campo
minado, los hicieron quedarse en ese lugar más de lo previsto. Dagoberto, pensó
toda esa noche bajo el inclemente aguacero que lo recibió en su primer día de
patrullaje, lo que vendría más adelante. Los intercambios de disparos serían
frecuentes, por las mañanas el
despertador sería el grito de algún herido o los rafagazos de los fusiles
enemigos.
Al
pueblo donde se dirigían, había sido según dice, tomado por la guerrilla en
años anteriores y que las amenazas de volver a tomarlo eran frecuentes, tan
frecuentes como los combates y hostigamientos. Era el cuarto en la línea de
fuego, por ende tenía que ir delante del grupo, su función era la de dar
municiones al artillero número uno.
“Mientras
estuve en el Ejército, nunca temí de los enfrentamientos, nunca temí a los
disparos, mi único temor eran las minas” dice, al recordar lo difícil que fue
su primera jornada de patrullaje. Las minas antipersona o quiebra pata, han
sido utilizadas con frecuencia por los grupos insurgentes, a pesar que fue el
Ejército quien empezó a utilizarlas en la década de los 90s, para resguardar de
ataques sus principales centros de operaciones.
Según
cálculos del Comité Internacional de la Cruz Roja, en el mundo, alrededor de
2.000 personas sufren mensualmente accidentes por minas, es decir, una cada 20
minutos. De ellas mueren cerca de 800 y el resto quedan con algún tipo de
invalidez permanente. Las víctimas son en su gran mayoría hombres, en muchos
casos soldados.
Después
de sacar a un herido y esperar que desactivaran un campo minado con el que se
habían topado, las dos compañías aguardaban jugando cartas el momento de seguir
avanzando. En ese punto, habían tenido ya, cerca de tres combates y un herido
por mina. El 67,6% de los muertos y el
81,6% de los heridos son soldados voluntarios, mientras que el 8,8% de los
muertos y el 4,2% de los heridos eran soldados regulares. Más de la mitad de
los muertos y la casi totalidad de los militares heridos (57,1% y 95.8% respectivamente)
se hallaban en situación de combate en el momento del accidente, según la Secretaría
Técnica en Salud, del Ministerio de Defensa Nacional.
El
16 de junio a las 11 y 30 de la mañana, día y hora del incidente “jugábamos
cartas esperando la orden de seguir, junto a mi habían tres compañeros, uno se
levanta y en un intento por acomodar la pierna activo la mina. Quien se había
levantado, salió volando y el otro quedo parcialmente desubicado por el sonido
de la detonación y la pólvora que le cayó en los ojos, en primera instancia
pensé que era un cilindro bomba; intento ponerme en píe para buscar mi fusil y
me fui de cara contra la tierra, fue en ese momento en el que supe que había
pisado una mina” cuenta con naturalidad
pasmosa, lo que vino después, fue un intento desesperado para contener la
sangre y recibir el apoyo helicoportado para trasladar a los heridos.
En Colombia la cifra de heridos es
alarmante
Colombia
es el segundo país del mundo, después de Afganistán, con el mayor número de víctimas de esos artefactos explosivos. En el periodo 1990 a 2013, se registraron un
total de 10.542 víctimas por MAP y MUSE. De éstas, el 39% (4.067) son civiles y
el 61% (6.475) miembros de la Fuerza Pública. Y, entre enero y septiembre de
2013, se registraron un total de 305 víctimas, 132 (43%) civiles y 173 (57 %)
militares, según datos del Paicma, Programa Presidencial para la Acción
Integral contra Minas Antipersonal.
Esas estadísticas dan cuenta que del total de
víctimas reportadas en ese mismo periodo de 13 años, el 79% (8.369) resultó
herida y el 21% (2.150) murió. De los 4.052 afectados civiles, 3.269 (81%)
resultaron heridos y 783 (19%) murieron. De los 6.467 miembros de la Fuerza
Pública afectados, 5.100 (79%) quedaron heridos y 1.367 (21%) fallecieron.
Entre enero y
septiembre de 2013, 107 civiles y 147 miembros de la Fuerza Pública quedaron
heridos; 13 civiles y 18 miembros de la Fuerza Pública murieron. A pesar de los múltiples esfuerzos y el empeño mostrado por el Estado colombiano para erradicar totalmente las minas, esa meta parece estar cada vez más lejos. Las anteriores, son cifras que sin duda piden una revisión urgente a las políticas con las que se está tratando este tema.
La recuperación y su vida de estudiante
En
la clínica Carlos Ardila Lulle de Bucaramanga, fue intervenido quirúrgicamente
para amputar parte de su pierna. Fueron tres operaciones para acomodar los
huesos sobrantes de la Tibia y el Peroné de forma tal que no rozaran con la
prótesis que tendría que utilizar de ahí en adelante. Dos meses de recuperación
en el batallón de Ocaña, le bastaron para asimilar su nueva pierna y también sirvieron
para aclarar muchas dudas en su cabeza y pensar lo que sería ahora su vida
lejos del monte, la guerrilla, los fusiles y sin el camuflado.
El 5
de noviembre, con la entrega, empieza su
proceso con la prótesis. Las ganas mostradas antes, le facilitaron volver a caminar. El médico ortopedista le dio
de alta más rápido de lo esperado. La ayuda psicológica que le prestaron, le
mostró que hay cosas más allá de la milicia, razón por la cual decide entonces
estudiar.
Primero
se le pasó por la mente Medicina Veterinaria, por eso de que en su niñez estuvo
siempre rodeado de animales y el campo. Pero, pudo más esa increíble afición
que de muy chico tuvo por la radio, y terminó matriculado en el programa de
Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Sergio Arboleda, sede Santa
Marta, donde cursa noveno semestre.
El cinco de abril del presente año, más de uno, más de diez, más de
cincuenta, llegaron con la bota del pantalón arriba como gesto de solidaridad
con las personas que como él, han sido víctimas de la guerra. “uno nace para
ser lo que es y nada lo cambia. Yo nací para ser soldado y siempre lo seré. Si
volviera a nacer, volvería a ser Soldado Profesional del Ejército Nacional de
la República de Colombia” dice con
orgullo.
Anexo
Tipos de Mina
|
Descripción
|
Mina tipo sombrero chino
|
Provistas de metralla y con un gran poder
explosivo se utilizan para emboscadas sobre las vías por donde se movilizan
las tropas. Se les instala en barrancas a una altura de 80 cm
|
Mina cumbo
|
Utilizada en áreas boscosas, se le instala
en las ramas de los árboles a una altura de 50 cm. La metralla que contiene
se esparce en todas direcciones al detonar la mina
|
Mina antivehículo
|
Se le utiliza para destruir e inmovilizar
vehículos de transporte de tropas.
Instalada en carreteras, contiene un cono acumulativo
que se dirige hacia el sitio por donde va a pasar el vehículo
|
Mina tipo costa
|
Se utiliza para realizar emboscadas en
movimiento. Activada mediante un sistema ineléctrico,
se le lanza desde un sitio alto contra las tropas.
|
Anexo: tipos de mina utilizadas en Colombia. Fuente de información: Ejército Nacional.
Aclaración:
¿Qué
es una Mina Antipersonal (MAP)?
Según
el Glosario Nacional de Términos para la Acción Integral contra Minas
Antipersonal, por "mina antipersonal" se entiende toda mina concebida
para que explosione por la presencia, la proximidad o el contacto de una
persona, y que en caso de explosionar tenga la potencialidad de incapacitar,
herir y/o matar a una o más personas. Las minas diseñadas para detonar por la
presencia, la proximidad o el contacto de un vehículo, y no de una persona que
estén provistas de un dispositivo antimanipulación, no son consideradas minas
antipersonal por estar así equipadas.
Nota:
Las minas diseñadas para ser detonadas ante la presencia, proximidad o contacto
con un vehículo, a diferencia de con una persona, que se encuentran equipadas
con dispositivos antimanipulación, no son consideradas como minas antipersonal
por el hecho de estar equipadas con ese dispositivo.
¿Qué
es una Munición sin Explotar (MUSE)?
Según
el Glosario Nacional de Términos para la Acción Integral contra Minas
Antipersonal, es toda munición explosiva que ha sido cargada, su fusible
colocado, armado o por el contrario preparada para su uso o ya utilizada. Puede
haber sido disparada, arrojado, lanzado o proyectada pero que permanece sin
explotar debido ya sea a mal funcionamiento, al tipo de diseño o a cualquier
otra razón.